j.m. coetzee – el maestro de petersburgo

Aquel fue uno de mis mejores veranos. Tardes enteras, mañanas y noches también, dedicadas a leer y releer las 657 páginas de una de las más grandes obras de la literatura universal. Por supuesto, de ello sólo me enteraría un par de años más tarde. Ese verano era únicamente una novela que me estaba transformando. Haber encontrado Crimen y Castigo en medio de una biblioteca que privilegiaba novelas bélicas, ciencia ficción, libros de vaqueros y best sellers olvidados en el tiempo, sin lugar a dudas fue un golpe de suerte.

Cautivo desde la primera página, en que el joven Raskolnikov, Rodia para sus amigos, se esconde de la dueña del mísero cuarto que arrienda. Impactado por la brutalidad con que unas 50 páginas más adelante, asesina a la usurera prestamista. Y aún quedaba tanto más.

Sospecho que en su momento también existió un joven John Maxwell Coetzee maravillándose con la historia y las implicancias de Crimen y Castigo, así como también con El Idiota, Los Endemoniados y Los Hermanos Karamazov, y en 1994 esa admiración tomó forma de novela.

En El Maestro de Petersburgo, Fedor Dostoievsky se transforma en el protagonista de una novela que bien podría haber sido escrita por si mismo. Así, El Maestro.. ficcionaliza un período de la vida del ruso a partir del cual podría haberse gatillado una de sus más importantes obras. Leer cada página de esta novela es volver a la atormentada Rusia de la segunda mitad del siglo XIX, esa Rusia que era caldo de cultivo para los cambios que se harían realidad en el siglo XX.

De manera similar a ver la película tras leer el libro, leer El Maestro de Petersburgo sin conocer las obra del ruso es un ejercicio interesante, pero incompleto. Cuando se es capaz de reconocer los hechos y personajes, y asociarlos y pensar que pudieron inspirar obras maestras, es imposible que no se genere una emoción intensa capaz de erizar los pelos, de sentir frío en la espalda sospechando lo que entonces está por venir. Y lo que está por venir no es sino un climax marcado por los hechos que gatillarán la escritura de Los Endemoniados.

Por supuesto, la situación es al revés. Coetzee domina de tal manera la obra de Dostoievsky que es capaz de crear este dostoievskiano mundo para explicar la génesis de su obra. El Maestro.. no es sino un acto de humildad y agradecimiento, una forma abierta de asumir una influencia y crear con ello algo único. Una invitación a explorar la obra de Dostoievsky una vez más, y desde luego a seguir muy de cerca a Coetzee.

colecciones

Voy en el metro y frente a mí va una niña con su cartera. La abre y saca su colección de láminas, que parecen ser autoadhesivas, todas de perros. No de gatos ni canarios, sólo perros. Los bordes están en su mayoría desgastados, y el fajo de láminas en sí mismas en desorden, asomando entremedio monedas de 1 y 5 pesos, que son con prontitud descartadas y caen al piso en un sonido tan ínfimo frente al del metro en marcha que no se escucha, ni orientan respecto a donde han ido a parar. Revisa las láminas sin mostrar mayor interés, rápido, pero sin perderlas de vista. Pronto me doy cuenta que lo que hace es sacar aquellas que tiene repetidas, y se las pasa al padre. Pronto el padre tiene un número no menor de láminas, y si pudieramos saber lo que piensa seguramente estaría pensando en qué hacer con las láminas, si las puede botar o si no se verán bien pegadas en la ventana del vagón. No pareciera ser un hombre muy aficionado a semejante tipo de colecciones, le estorban en sus manos cansadas. La niña en cambio sonríe cuando se da cuenta que pese a tantas láminas repetidas, por fin las tiene todas tras ese intercambio con su compañera de curso.

Hace años leí un libro, La Gran Colección. Intentar recordar el autor sería un esfuerzo en vano, y no recuerdo mayor cosa del texto, pero sí que fue de los primeros libros que leí por decisión propia, escarbando en la gran biblioteca de la casa, por cierto gran en cantidad, mas no necesariamente en calidad. En ese mismo tiempo también encontré Crimen y Castigo de Dostoievsky, un libro que dejó huellas profundas y cambió mi forma de entender la literatura, la que nunca más fue mera diversión. La Gran Colección no hizo eso, y probablemente si lo leyera hoy lo descartaría como otro best seller más. No buscaré el libro para salir de la duda (lo que no es realmente cierto, no lo buscaré porque tras la reciente mudanza si bien no lo busqué, tampoco apareció). Por otro lado, buscar por internet un libro con un nombre así sería una experiencia suficientemente tediosa como para siquiera intentarlo, y para demostrarlo lo busqué, encontrando grandes colecciones en miles de agobiantes resultados.

Lo que si tenía ese libro era un surrealismo exquisito, o al menos lo suficiente como para cautivar a un jovencito inexperto en todas las artes como lo era yo. Un hombre, en medio de la nada, encuentra una enorme colección. ¿De qué? si mal no recuerdo era algo así como la bodega de un museo de historia natural. No recuerdo bien si además había arte. Puede que si. Si, de hecho lo había. El final no lo recuerdo, pero puedo inferir que un día la colección desapareció tan súbitamente como aparecío. Así son las cosas en la vida, no siempre tan mágicas, pero más seguido de lo que quisieramos creer tanto o más surrealistas.

Colecciones. Libros, música, monedas, estampillas, personas, cosas, cosas, ese afan por poseer es tan humano. Acaso una necesidad de plasmar de alguna manera lo que somos. Acaso lo que desearíamos ser.

Y ese padre no tiene interés alguno en ser un perrito autoadhesivo.